sábado, 25 de julio de 2009

Festividad de Santiago Apóstol

Celebramos la festividad de Santiago Apóstol. En el Evangelio de este día (Mt. 20, 20-28) encontramos algo que, como siempre, podemos llevar a nuestros días: “el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo”.
¡Menuda cosa les dijo! ¡Bonitos somos nosotros si nos dicen algo así!. Y es que el hombre, en su condición humana, esto es, pecadora, tiende a querer sobresalir entre los demás. Tiende a que se le reconozcan los valores que tiene (aunque carezca de ellos), lo que hace o deja de hacer,… quiere ser grande entre los demás pero creyéndose grande. Vamos, que a nosotros lo que nos gusta ser es jefe, mandar y que se nos reconozca nuestro poder ante los demás. Le pasó incluso a Pilato frente al propio Jesús, y tuvo que ser Él mismo, ya casi sin fuerzas para hablar, quien le dijo: “No tendrías ningún poder sobre mí, si no te hubiese sido dado de lo alto” (Jn. 19,11) Es decir, que no somos ningún humano superior a otro. Y si queremos seguir a Jesús, tenemos que seguir su enseñanza. Y no es una enseñanza de palabra. No. Es que, Él nos dio ejemplo con su hacer. Que no nació para ser servido sino para servir y dar su vida por todos nosotros. Y así lo hizo. Recordemos también, “Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido" (Lc. 14, 11). Constantemente nos está repitiendo las cosas en distintas ocasiones, de formas similares pero con distintas palabras, porque sabe que somos “duros de mollera” para que las oigamos y escuchemos. Siempre nos dice que sirvamos en silencio y sin esperar nada a cambio (amor), que vivamos con humildad; y ¿nosotros qué hacemos? Nos gusta ser servidos, o mejor aún, servir o aparentar que servimos esperando la medalla o la famosa palmadita en la espalda. Y eso de humillarnos, ni hablar. ¿Qué se ha creído “Fulanito” para ser más que yo? La soberbia nos envuelve. Pero parémonos y fijémonos en Jesús, nuestro maestro. Siendo Dios, se humilló hasta el punto de hacerse hombre, y no contentos con esto, lo matamos porque dice que es Rey.
No sé a qué estamos jugando. O sí lo sé. En realidad nos estamos jugando la vida eterna. Vivir para siempre con Él y con su Madre Santísima en una felicidad plena. Y la estamos perdiendo por la tontería de querer ser.
Recordemos lo que dice hoy Jesús en el Evangelio de modo contundente. Nos manda (siempre dándonos la libertad de elegir lo que queramos) “no será así entre vosotros…”, que al fin y al cabo, quiere decir que nos amemos. Porque si hay amor verdadero entre nosotros, no cabe la posibilidad de querer ser más que nadie.


Dios os bendiga.

sábado, 4 de julio de 2009

Pequeña reflexión

Reflexionando hace unos días sobre el bien y el mal se me vino a la cabeza una cosa que, sé que no es nada nuevo, pero voy a compartirlo con vosotros.
Pensaba que el mal se cuela por cualquier sitio; como agua entre las manos. Sólo hace falta que entre una gotita para que entre el resto. Es rápido, ruidoso, y aparentemente exitoso. En contraposición tenemos el bien. Actúa lento, es muy silencioso y aparentemente es el perdedor del juego. Los que queremos estar al lado del bien, tenemos que aprender a vivir con mucha humildad, paciencia, confianza en Dios y ser constantes. En ocasiones, cuesta porque parece que todo nos sale mal, pero… ¿nos sale mal de verdad? El Señor hizo al hombre de barro, pero seguro que usó agua para modelarlo. Ese agua que se cuela, como decíamos antes, por toda grieta o simplemente entre nuestras manos. En esta reflexión estamos usando agua como sinónimo de mal, pero ¿no estamos entonces en una contradicción? No creo. Aunque parezca lo contrario, con el mal podemos obtener virtudes que sin él, quizás nunca podríamos tener. En la lucha contra el mal, en la lucha con las tentaciones es donde nos hacemos fuertes, virtuosos y nos acercamos más a Dios. Por eso el mal no está ahí por casualidad y por eso mismo, aun sabiendo que el mal no nos beneficia (aparentemente), Dios lo permite para que crezcamos. Sólo tenemos que tener los sentidos muy abiertos para no aceptarlo, sino rechazarlo y usarlo para nuestro bien.
Dios os bendiga.