"Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas".
Esto nos dice hoy el Señor por medio de Su Palabra. Él viene a traernos la luz, porque Él es la Luz por excelencia. Viene a sacar de la oscuridad a todo el que quiera. No obliga a nadie a ir con Él. De la misma forma, tal y como nos dice el Evangelio de hoy, no ha venido al mundo a juzgar nuestras acciones, sino a salvarnos, a perdonarnos.
Con tantas facilidades que nos da, seríamos tontos si no las aprovecháramos, ¿verdad?. Sin embargo la rutina, el día a día, el aburrimiento, "nuestras cosas", nos envuelven y apartan del Señor. Seguro que nos llama una y otra vez, e incluso lo escuchamos; pero preferimos seguir en "lo nuestro". Ahí está nuestra libertad, con la que nos ha dotado. Haciendo uso de ella, podemos seguirlo y no quedar en tinieblas. O podemos no seguirlo y quedar en tinieblas. De nosotros depende.
Todos queremos estar en la luz, donde se ve la verdad con claridad. Las tinieblas, por contra, nos hace vivir en el error, porque no podemos ver con claridad lo que tenemos delante.
Él vino a cumplir la voluntad del Padre. Él nos dice lo que le ordenó el Padre. Y nos recalca que el mandato del Padre es vida eterna.
María, en este segundo día del mes de mayo, acudimos de nuevo a ti. Tú, que diste a luz a la Luz del mundo, intercede por nosotros ante el Padre, para que, siguiendo a Jesús, faro de nuestras vidas, seamos salvos y liberados de nuestras tinieblas. Ayúdanos a permanecer en la Luz de Cristo. Sé Tú la Estrella que ilumine nuestro oscuro caminar.
Santa María; Reina de la Luz y Estrella sublime: Ruega por nosotros